Hermosillo, Sonora — La reciente detención de dos menores de edad involucrados en un violento asalto en la colonia Privadas del Real ha reavivado el debate sobre la creciente participación de jóvenes en delitos de alto impacto. Armados con un machete, un cuchillo y un arma de fuego, los adolescentes de 15 y 17 años amenazaron a un joven de 18 años para despojarlo de sus pertenencias. El hecho no solo alarmó a la comunidad, sino que también recordó la existencia de otros incidentes similares que han ocurrido en distintas zonas del país.
En Hermosillo, los jóvenes agresores fueron aprehendidos por agentes municipales y posteriormente ingresados al Instituto de Tratamiento y de Aplicación de Medidas para Adolescentes (ITAMA), mientras las investigaciones continúan. Según testigos y redes sociales, estos adolescentes integraban un grupo conocido informalmente como “los macheteros”, quienes documentaban sus actos violentos y los difundían por internet.
Este fenómeno no es exclusivo de Sonora. En estados como Chihuahua, Baja California y Nuevo León, autoridades han reportado incidentes similares. En Ciudad Juárez, por ejemplo, menores armados con machetes y tubos han protagonizado riñas callejeras captadas en video, causando pánico en colonias como Riberas del Bravo. En Monterrey, grupos juveniles han sido detenidos por enfrentamientos en parques públicos, muchos de ellos armados con objetos punzocortantes improvisados.
Especialistas en seguridad y desarrollo social advierten que estas conductas responden a factores como la desintegración familiar, la falta de oportunidades educativas, el consumo de contenidos violentos en redes sociales y la ausencia de programas preventivos focalizados. Las fiscalías estatales han intensificado su respuesta ante estos casos, pero la reincidencia y la participación de menores cada vez más jóvenes exige una estrategia interinstitucional que combine justicia, educación y salud mental.
La sociedad hermosillense, mientras tanto, permanece en alerta. Padres de familia, vecinos y colectivos ciudadanos exigen mayor presencia policiaca, campañas de prevención y atención psicológica para jóvenes en situación de riesgo. La historia de los “niños macheteros” no solo es un llamado de atención, sino una evidencia de que la violencia se está transformando y adaptando a nuevas generaciones que demandan urgentemente alternativas.
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